A veces comemos por aburrimiento, estrés, ansiedad… y es lo que se conoce como hambre emocional, que nos empuja a comer al confundir los sentimientos con el apetito sin ser conscientes de ello.

Cuando el hambre es real: comemos cualquier tipo de comida, dejamos de comer cuando estamos llenos, no hay culpabilidad, es una necesidad física y podemos esperar.

Cuando el hambre es emocional: es repentino, normalmente nos apetecen alimentos dulces y hipercalóricos, estamos llenos y seguimos comiendo, luego nos sentimos culpables por este tipo de ingestas ya que son urgentes y mezclamos: dulce, salado, lo primero que tenemos a mano y está asociado a las emociones.

Cuando nos identificamos con el hambre emocional, la comida suele hacer la función de regulador emocional; nos permite desahogarnos, nos “anestesia” del dolor y alivia la ansiedad.

Con el tiempo, esta respuesta se convierte en un hábito y se establece en nuestra vida diaria como una válvula de escape, pero debemos aprender a gestionarla.

¿De qué manera?

  • Diferenciando la necesidad de comer por hambre y el deseo de comer para sentirnos mejor emocionalmente.
  • Analizando la situación:

         ¿Qué emoción estás sintiendo?

         ¿De verdad tienes hambre?

         ¿Qué ha pasado para qué te sientas mal?

         ¿Puedes hacer otra cosa para sentirte mejor que no sea comer?

         ¿Comer hará que el malestar desaparezca?

Si puedes empezar a pensar de forma objetiva en esos momentos será mucho más fácil cortar el círculo vicioso y abandonar el hábito de comer automáticamente cuando te sientas mal.

  • Aprendiendo a gestionar adecuadamente las emociones.

Es fundamental aprender a sentir y aceptar todas las emociones, sean buenas o no tan buenas ya que es necesario.

Si intentamos reprimir o evitar ciertas emociones, siempre nos perseguirán y nos harán sufrir.

Cuando te sientas mal, puedes tumbarte, respirar, escucharte… céntrate en sentir las emociones tal y como vienen, no luches contra ellas.

Imagínate que estás escuchado una canción: escúchala, siéntela y deja que se vaya cuando sea el momento.

El malestar y la ansiedad irán disminuyendo poco a poco.

 

Algunas recomendaciones

  • Haz ejercicio físico: camina, corre, ves a la piscina, pedalea…
  • Practica Mindfulness. A través de la práctica de la alimentación consciente entendiendo y disfrutando del acto de comer.
  • Reduce el consumo de azúcar.
  • Establece un plan de comidas (lo ideal es 5 diarias).
  • Pide ayuda profesional.

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Si tienes alguna duda que quieras consultarme, sólo tienes que contactar conmigo.

                                        ¡Hasta pronto!

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